José Ortega y Gasset nace en Madrid el 9 de mayo de 1883 en el seno de una familia acomodada, ilustrada y liberal, enraizada en el periodismo desde tiempos de su abuelo materno, Eduardo Gasset y Artime, fundador del periódico El Imparcial, que más tarde dirigiría su padre, José Ortega Munilla.
A los 8 años, José Ortega y Gasset entró en el Instituto Gaona de Málaga para pasar después al Colegio San Estanislao de Kostka de la Compañía de Jesús, situado en la finca Miraflores del barrio de El Palo en la misma ciudad.
Inició su formación superior en la Universidad de los jesuitas en Deusto, donde permaneció un curso solamente para trasladarse a continuación a Madrid, matriculándose en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Central (hoy Universidad Complutense), donde se licenció en 1902. En 1904 se doctoró con una tesis, de 58 páginas, sobre Los terrores del año mil, subtitulada Crítica de una leyenda. Pero fueron determinantes para su formación los viajes que realizó en 1905, 1907 y 1911, a Leipzig, Nuremberg, Colonia, Berlín y sobre todo el de Marburgo, donde tomó contacto con las «musas alemanas» (el neokantismo de Herman Cohen y de Paul Natorp, entre otros). Impresionado por la grandeza de la filosofía, la ciencia y la técnica alemanas, considera a Alemania su segunda patria y pone a su hijo mayor por nombre Miguel Germán.
Ortega defendió un europeísmo a la alemana que le hizo dudar de la existencia de una filosofía española y a postularse como iniciador de la ‘verdadera filosofía’, la biognosis, concebida como ‘crítica de la razón histórica’, distinta de la ‘razón física’ y de la ‘razón abstracta’. Estaba convencido de que la ‘raza’ o ‘sustancia’ española estaba enferma y proponía sanarla con la ingestión de grandes dosis de cultura de sesgo germanizante. Estudia entonces el idealismo, que será la base de su primer proyecto de regeneración ética y social de España.
En 1908 fue nombrado catedrático de Psicología, Lógica y Ética de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid, y en 1910 cubrió, por oposición, la vacante por fallecimiento de Nicolás Salmerón, como catedrático de Metafísica en la Universidad Central de Madrid. También en ese año, José Ortega y Gasset se casa con Rosa Spottorno Topete, traductora y feminista, hija del ministro togado del Cuerpo Jurídico de la Armada y nieta del conocido contraalmirante Ramón Topete y Carballo. Su hija Soledad Ortega Spottorno creará en 1978 la Fundación José Ortega y Gasset, de la que será presidenta de honor, y su hijo José Ortega Spottorno será el fundador del periódico El País.
Los primeros escritos de Ortega, hasta 1913, están profundamente marcados por el par de conceptos ‘Subjetivismo’/‘Objetivismo’. Su objetivismo (racionalismo) se articula en torno a dos grandes bloques de ideas: las de Ciencia y las de Cultura. Lo explica en el periódico de su padre, El Imparcial.
El 23 de marzo de 1914, Ortega pronuncia un discurso en el Teatro de la Comedia de Madrid bajo el título Vieja y Nueva política que se considera el acto fundacional de la Liga de Educación Política Española, vinculada al Partido Reformista. Partiendo de los principios del liberalismo y la nacionalización, la Liga se proclamaba la vanguardia de la ‘España vital’ frente a la ‘España oficial’. También en 1914 ve la luz su primer gran libro: Meditaciones del Quijote. Con un estilo literario, más cerca de la prosa literaria que del discurso filosófico, lleno de metáforas y frases ingeniosas, pretendió hacer filosofía en un lenguaje próximo al del Quijote, lo que le permitió llegar al público culto en general. En su brillantez expositiva reside una de las claves del éxito y difusión de sus libros.
El 29 de enero de 1915, Ortega funda y dirige la revista España, un semanario de inspiración reformista liberal-democrática.
La Primera Guerra Mundial significa para Ortega una quiebra de los ideales ilustrados. En su Ensayo de Estética expone, a modo de prólogo, un programa de modernidad latina alternativa. Viaja a Argentina en 1916, lo que supuso un cambio de rumbo en su trayectoria profesional y la apertura de un puente cultural con Iberoamérica. También en 1916 fue designado académico de la de Ciencias Morales y Políticas.
Publica Personas, Obras, Cosas, en cuyo prólogo dice: “Hoy me parecería más ajustado a la verdad... dotar a lo subjetivo de un puesto y una tarea en la colmena universal”. Matiza el concepto de ‘perspectivismo’, según el cual las distintas concepciones del mundo dependen del punto de vista y las circunstancias de los individuos, y el concepto de razón vital, intento de superación de la dicotomía entre razón pura y razón práctica de idealistas y racionalistas, como formularía en una de sus publicaciones más emblemáticas: El Espectador, que corrige con el par de conceptos ‘Yo’/‘Circunstancia’. Para Ortega, la verdad surge de la yuxtaposición de visiones parciales, en la que es fundamental el constante diálogo entre el hombre y la vida que se manifiesta a su alrededor, especialmente en el universo de las artes.
En 1917 Ortega interrumpe su colaboración con El Imparcial y escribe una serie de ensayos en El Sol, donde publica los por él llamados ‘folletones’, preámbulo de dos de sus obras más importantes: España invertebrada y La rebelión de las masas.
En 1920, se funda la Editorial Calpe (que se unirá más tarde con Espasa), una de cuyas colecciones será dirigida por Ortega: la Biblioteca de Ideas del Siglo XX. Y en 1923 nace la empresa editorial más importante de Ortega, la Revista de Occidente, la publicación intelectual más abierta al pensamiento europeo del siglo XX español. Aneja a ella funcionó una editorial (así como su salón de tertulias en el Café Granja El Henar en el número 40 de la calle Alcalá) que representaría la más selecta modernidad intelectual de su época. José Ortega y Gasset dirigió la revista hasta 1936, cuya publicación reanudará su hijo José Ortega Spottorno en 1962 y continuará Soledad Ortega Spottorno.
Desde la Revista de Occidente, Ortega promovió asimismo la traducción y comentarios de las más importantes tendencias filosóficas de la época: Oswald Spengler, Johan Huizinga, Edmund Husserl, Georg Simmel, Jakob von Uexküll, Heinz Heimoseth, Franz Brentano, Hans Driesch, Ernst Müller, Alexander Pfänder y Bertrand Russell, como autores más representativos.
En El tema de nuestro tiempo, que aparece en 1923, Ortega ofrece el análisis de su época como la necesidad de superar el idealismo y volver a la vida, núcleo de su teoría de la razón vital. Ésta es fruto de la nueva sensibilidad que advierte en el siglo XX, ejemplificada en el arte nuevo como La deshumanización del arte (1925).
Al agitado período de la vida política española a partir de 1923 pertenecen algunos de sus más famosos escritos políticos, entre ellos: La redención de las provincias y la decencia nacional (recopilación de artículos publicados entre 1927 y 1930).
En 1929 Ortega rompe con la Dictadura de Primo de Rivera con motivo de su famoso curso ¿Qué es filosofía?. Un año más tarde publica La rebelión de las masas, obteniendo una gran repercusión internacional.
En 1931 es elegido diputado por la provincia de León con la ‘Agrupación al Servicio de la República’, fundada en febrero por Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y él mismo.
En el debate del proyecto de la Comisión de la Constitución, celebrado entre los días 27 de agosto y 9 de septiembre de 1931, intervino como portavoz del grupo parlamentario de la Agrupación para decir que «nuestro grupo siente una alta estimación por el proyecto que esa Comisión ha redactado pero advirtiendo que esa tan certera Constitución ha sido mechada con unos cuantos cartuchos detonantes, introducidos arbitrariamente por el espíritu de propaganda o por la incontinencia del utopismo”. “Si la Constitución crea desde luego la organización de España en regiones, ya no será la España una, quien se encuentre frente a frente de dos o tres regiones indóciles, sino que serán las regiones entre sí quienes se enfrenten, pudiendo de esta suerte cernirse majestuoso sobre sus diferencias el Poder nacional, integral, estatal y único soberano. Contemplad la diferencia de una solución y de otra”. “El artículo donde la Constitución legisla sobre la Iglesia es de gran improcedencia, pues la Iglesia, en la Constitución, debe aparecer situada en una forma algo parecida a lo que los juristas llaman una Corporación de Derecho público que permita al Estado conservar jurisdicción sobre su temporalidad”.
Permaneció en su escaño durante un año, tras criticar públicamente el curso que la República tomaba, en su célebre discurso, Rectificación de la República, pronunciado en el Cinema de la Ópera de Madrid el 6 de diciembre de 1931.
Al año siguiente publica en la Revista de Occidente los discursos sobre El Estatuto de Cataluña que aparecen en el libro titulado La reforma agraria y el Estatuto catalán. Desencantado de su actividad parlamentaria, abandona su participación activa en la República.
Al comenzar la guerra civil española, Ortega se encontraba enfermo y, como él mismo describe en su artículo, publicado en el exilio, con el título En cuanto al pacifismo, el 21 de julio de 1936, se presentaron en su domicilio tres comunistas armados con la pretensión de que firmase un manifiesto contra el alzamiento y a favor de la República. Ortega se negó a recibirlos y su hija, bajo presión, negoció la redacción de un texto alternativo muy corto que finalmente Ortega firmó, añadiéndose a su firma las de Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y otros intelectuales. A pesar de su estado de salud, Ortega decide exiliarse lo antes posible y, con la ayuda de su hermano, bien relacionado con los políticos de izquierdas, huye de España a París. Más tarde se traslada a los Países Bajos y luego a Buenos Aires. En 1942 fija finalmente su residencia en Lisboa. En esta ciudad escribe buena parte de lo que se considera obra póstuma: el Velázquez, Sobre la razón histórica, el Leibniz, El Hombre y la Gente, Epílogo… .
Aunque confesaba que sus creencias eran incompatibles con las de Franco, regresó a España en 1945 en busca de la cercanía de la familia y con la ilusión de recuperar su cátedra. No se le permitió esto último, pero sí cobrar sus sueldos atrasados, y decide finalmente residir en Madrid. En 1948 fundó con su discípulo, Julián Marías, el Instituto de Humanidades. Ortega viajó con frecuencia a Alemania donde podía expresar sus pensamientos en un ambiente de reconocimiento a su figura. Dicta también conferencias en Suiza, EE.UU. y sobre todo en Alemania, donde recibió el crédito y las oportunidades de expresión que correspondían a su prestigio.
José Ortega y Gasset falleció el 18 de octubre de 1955 en su domicilio del número 28 de la calle Monte Esquinza en Madrid. Sus restos están enterrados en el cementerio de San Isidro.
Según se sugiere en una carta de la catedrática y escritora Carmen Castro al padre Donostia, escritor y compositor donostiarra, Ortega murió reconciliado con la Iglesia, aunque esta versión de los últimos momentos del filósofo ha sido desmentida de forma rotunda por su familia. Su nieto André Ortega Klein la considera “un bulo propagado por la prensa nacional-católica”.
Ortega ocupó un lugar de privilegio en la historia del pensamiento español de las décadas centrales del siglo XX. Maestro de varias promociones de jóvenes intelectuales, no sólo fue un brillante divulgador de ideas, sino que elaboró un discurso filosófico de notable originalidad. Ortega y Gasset ejerció una gran influencia en la filosofía española y en la filosofía iberoamericana del siglo XX no solo por la temática de su obra filosófica, sino también por su estilo literario ágil.
Su filosofía ha sido considerada como una ‘filosofía de vida’ que abarcó un comienzo, largo tiempo oculto, de metafísica pragmática inspirada en William James y seguida de un método general a partir de la fenomenología realista imitando a Edmund Husserl, que dio origen a su protoexistencialismo, anterior al de Martin Heidegger, y a su historicismo realista comparable al de Wilhelm Dilthey y Benedetto Croce.
En sus artículos y ensayos, Ortega trató tanto de filosofía y política como de arte y literatura. Su obra consiste en un programa abierto, que se aprecia en los ocho volúmenes de El espectador (1916-1935).
Sin embargo, el núcleo del ideario orteguiano se encuentra en obras como España invertebrada (1921), El tema de nuestro tiempo (1923), La rebelión de las masas (1930), Ideas y creencias (1940), Historia como sistema (1940) y ¿Qué es filosofía? (1958). Las cuestiones de estética y crítica literaria fueron objeto de sus reflexiones en Meditaciones del Quijote (1914), Goethe desde dentro (1932), Papeles sobre Velázquez y Goya (1950) e Idea del teatro (1958).
Los asuntos políticos como privilegiado espectador de la realidad inmediata los analizó en Vieja y nueva política (1914), La decadencia nacional (1930), Misión de la universidad (1930) o Rectificación de la República (1931).
MAG/26.11.2019